Mi gente,
Cada día es una nueva enseñanza, una meditación,
una reflexión, una acumulación de experiencia, un enfoque filosófico de la
conducta humana y de la propia, en primer lugar. Si el estado mental es de
abstracción, si andas absorto, puedes ir muchas veces al mismo lugar, al mismo
país y a la misma ciudad y no te das cuenta de nada. Puedes estar años casado,
noviando o con amigos y al final un buen y día comprendes que no
habías reparado en detalles que eran evidentes y muy especiales.
Así resulta que mi hijo pequeño viajaba solo desde
Miami a La Habana a pasar estas vacaciones de verano y tuve que ir a
esperarlo a la Terminal 2 del aeropuerto internacional José Martí, de la
Habana, promovida como la capital de todos los cubanos, aunque las leyes de
inmigración interna limitan la radicación de los residentes de otras
provincias, sobre todo de las antiguas provincias orientales y en particular de
mujeres jóvenes. Ser mujer y joven, con residencia de provincia, trae
sospechas en los habaneros. Nacionalidad palestina y posible
profesión, en lenguaje patriótico, jinete mambí, y en lenguaje religioso,
jinete del Apocalipsis.
Sin embargo, ya la terminal 2 es otro
ambiente. Es una zona multicolor, abigarrada, consumista, exclusiva, solidaria,
casi sindicalista. Yo diría cubanamerican travelers trade union, como un
sindicato de viajeros.
La mayor parte de los esperantes del patio, o
sea familiares y amigos, residentes en Cuba, que esperan y que
por cierto casi hablan una lengua esperanto, calzan zapatillas deportivas de
color blanco, pantalonetas, pesqueros, shortpants, muchos manillas y cadenas
doradas con la imagen de la patrona de Cuba, nuestra señora de la Caridad
del Cobre, se destacan por las gafas oscuras a la moda, abundancia de
pantalones blancos, esas llamativas camisas que yo llamo hawaianas, con
arabescos de colores primarios, rojos, verdes, azules.
Se hablan de los programas televisivos más
conocidos, de los centros nocturnos más codiciados, del mundo artístico, de
tramitaciones burocráticas, de residencias y pasaportes, de revistas, de la
moda, de las pacotillas recibidas con anterioridad y de las planificadas para
el futuro inmediato, de los viajes realizados allá, a nadie le va mal, todo es
triunfante, todo es hermoso y constante, como dijo Martí, pero todo como el
diamante antes que luz es carbón y hay quien siempre será carbón.
Jamás había imaginado tal ambiente como de
ciencia ficción. Yo me contaminé emocionalmente con el grupo
y aunque no llevaba la vestimenta del momento, pues era como estar
en una funeraria y no vestir de negro, me uní a gritos y alaridos, cuando
a cuentagotas iban saliendo los arribantes después de más de cuatro horas de
espera, con varios sombreros sobre las testas, tipo tejanos, para los parientes
agricultores. Las mujeres de edad madura engalanadas con tres tejanos. Uno
rojo, otro blanco y otro negro, son verdaderas obras de arte, empujando un
carrito con muchos bultotes y maletines, envueltos en el mismo polietileno
azul, y al bajar la rampa bastante pendiente, aquel balanceo inimitable para
las mejores pasarelas del mundo.
No había paciencia de parte de los esperantes y al
correr hacia el llegante capturaban en el aire los bultos cayentes,
interrumpiendo la salida de los pasajeros, por el nudo humano y dando un
toque peculiar al desfile improvisado. Emocionante fue ver pasajeros saliendo
los primeros, con prioridad en aquellas lastimeras sillas de rueda que todos
les condonan cualquier pecado y ya en el exterior del aeropuerto, se levantan y
caminan y corren.
Y que bella la señora tan combinada, de rosado,
reloj de pulsera, cartera, collar, pendientes, oh dios, esperando
mientras besuqueaba a su amado, a pesar de sus más de 50 años. Sin
soñarlo, ya pertenezco a un grupo exclusivo. Chao
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