miércoles, 30 de septiembre de 2015

Cubanos visitantes desde la Florida

Terminal 2 del aeropuerto internacional José Martí, de la Habana


Mi gente,

Cada día es una nueva enseñanza, una meditación, una reflexión, una acumulación de experiencia, un enfoque filosófico de la conducta humana y de la propia, en primer lugar. Si el estado mental es de abstracción, si andas absorto, puedes ir muchas veces al mismo lugar, al mismo país y a la misma ciudad y no te das cuenta de nada. Puedes estar años casado, noviando o con amigos y al final un buen y  día comprendes que no habías reparado en detalles que eran evidentes y muy especiales.

Así resulta que mi hijo pequeño viajaba solo desde Miami a La Habana  a pasar estas vacaciones de verano y tuve que ir a esperarlo a la Terminal 2 del aeropuerto internacional José Martí, de la Habana, promovida como la capital de todos los cubanos, aunque las leyes de inmigración interna limitan la radicación de los residentes de otras provincias, sobre todo de las antiguas provincias orientales y en particular de mujeres jóvenes. Ser mujer y joven, con residencia de provincia, trae sospechas en los habaneros. Nacionalidad palestina y posible  profesión, en lenguaje patriótico, jinete mambí, y en lenguaje religioso, jinete del Apocalipsis.

Sin embargo, ya la terminal 2  es otro ambiente. Es una zona multicolor, abigarrada, consumista, exclusiva, solidaria, casi sindicalista. Yo diría cubanamerican travelers trade union, como un sindicato de viajeros.



Terminal 2 del aeropuerto internacional José Martí, de la Habana


La mayor parte de los esperantes del patio, o sea familiares y amigos, residentes en Cuba, que esperan y que por cierto casi hablan una lengua esperanto, calzan zapatillas deportivas de color blanco, pantalonetas, pesqueros, shortpants, muchos manillas y cadenas doradas con la imagen de la patrona de Cuba, nuestra señora de la Caridad del Cobre, se destacan por las gafas oscuras a la moda, abundancia de pantalones blancos, esas llamativas camisas que yo llamo hawaianas, con arabescos de colores primarios, rojos, verdes, azules.

Se hablan de los programas televisivos más conocidos, de los centros nocturnos más codiciados, del mundo artístico, de tramitaciones burocráticas, de residencias y pasaportes, de revistas, de la moda, de las pacotillas recibidas con anterioridad y de las planificadas para el futuro inmediato, de los viajes realizados allá, a nadie le va mal, todo es triunfante, todo es hermoso y constante, como dijo Martí, pero todo como el diamante antes que luz es carbón y hay quien siempre será carbón.

Terminal 2 del aeropuerto internacional José Martí, de la Habana

Jamás había imaginado tal ambiente como de ciencia ficción. Yo me contaminé  emocionalmente con el grupo y aunque no  llevaba la vestimenta del momento, pues era como estar en una funeraria y no vestir de negro, me uní a gritos y alaridos, cuando a cuentagotas iban saliendo los arribantes después de más de cuatro horas de espera, con varios sombreros sobre las testas, tipo tejanos, para los parientes agricultores. Las mujeres de edad madura engalanadas con tres tejanos. Uno rojo, otro blanco y otro negro, son verdaderas obras de arte, empujando un carrito con muchos bultotes y maletines, envueltos en el mismo polietileno azul, y al bajar la rampa bastante pendiente, aquel balanceo inimitable para las mejores pasarelas del mundo.

No había paciencia de parte de los esperantes y al correr hacia el llegante capturaban en el aire los bultos cayentes,  interrumpiendo la salida de los pasajeros, por el nudo humano y dando un toque peculiar al desfile improvisado. Emocionante fue ver pasajeros saliendo los primeros, con prioridad en aquellas lastimeras sillas de rueda que todos les condonan cualquier pecado y ya en el exterior del aeropuerto, se levantan y caminan y corren.

Y que bella la señora tan combinada, de rosado, reloj de pulsera, cartera, collar, pendientes, oh dios, esperando mientras besuqueaba a su amado, a pesar de sus más de 50 años. Sin soñarlo, ya pertenezco a un  grupo exclusivo. Chao

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