SIENTO
UN VACIO, UN AHOGO, UN ESCALOFRIO, UN SALTO EN EL ESTOMAGO, EL PECHO APRETADO,
UN VIVIR DESESPERADO, UN CANSANCIO SIN SENTIDO, UNA FIEBRE SIN MOTIVOS, UN
SILENCIO ATORMENTADO , DE IMAGINARME CALLADO LO QUE ME PASO CONTIGO SIN QUE LO
HUBIERA ESPERADO. ESTA ANGUSTIA EN QUE YO VIVO DE EXTRAÑARTE NO HA CESADO Y EL
BALSAMO CURATIVO TU LO TIENES ENCERRADO.
Escribí
estos versos en medio de aquel Moscú helado de febrero de 1999 cuando
estaba apasionado con la rusa Marina Borisova y pasaba noches en vela esperando
su aparición en mi apartamento, con la puerta entreabierta y una taquicardia
casi infártica. No era para menos. Esbelta, rubia, ojiverde, sonriente, muy
joven, atlética, incansable e imbatible y yo minúsculo, con mi pequeño cuerpo
de triángulo isósceles y más de cincuenta años sobre las costas. Era
enfrentarse al ejército alemán con las manos vacías.
¡Oh, Dios
mío, quien no haya estado en tales circunstancias jamás me podrá comprender!
Doy gracias al Señor por cada día de vida que me ha regalado y haberme
permitido conocer el amor de Marina y Ana Margarita.
Hay cinco
cosas que me producen salto en el estómago. En primer lugar, la enfermedad de
alguno de mis dos hijos, En segundo lugar, verme sentado en los bancos de una estación
de policía. En tercero, cuando se descompone mi pequeño auto y no sé qué hacer.
Ahora también si se descompone mi computer personal y tampoco sé qué hacer
y en quinto lugar cuando me llama o aparece la mujer que me hipnotiza y me
embruja y tampoco me puedo defender a pesar de tener conciencia de que me
utiliza a su conveniencia y no me ama. Otros también pueden tener
sensaciones similares y no las confiesan. Es un espasmo, un
endurecimiento de las paredes estomacales, como deseos de vomitar, un encogimiento
o retracción de los genitales, como chicharrones en tiempo de frío, es como la
antesala de la muerte, es lo que debió sentir Jesús en la cruz o el indio
Hatuey en la hoguera. Es el estado de indefensión de un paciente en el hospital
o del prisionero en la cárcel cuando camina por el corredor de la muerte en
espera del final. Es esperar y depender de decisiones ajenas. Es sentirse
objeto cuando se acostumbra a ser sujeto. Es el resto de la nada, el vacío
de un remolino en el mar, flotar sin escafandra en el agujero negro del espacio
celestial. Es la antifelicidad. No se lo deseo a nadie, a menos que la
causa sea la pasión del amor pues la recompensa si vale la pena, aunque se
nos estruje la panza, el simpático y el antipático.
Debo
declarar que además de éstas cinco razones, algunos a mi edad le dan gran
importancia al dinero que tienen en el bolsillo, porque hay tres cosas que
dán peste, dicen, los muertos, los presos y los arrancaos. No es broma y
entiendo que la billetera rebosante o potota da seguridad, disminuye
el estado de indefensión y dependencia e imita la felicidad en la mayoría de
los casos, pero no quita el salto en el estómago que provocan
esas tensiones. Los nervios no se operan, era una expresión de los
viejos.
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